viernes, 5 de mayo de 2023

Casi

Estuve a punto de conseguirlo.

El pasado mes de abril sufrí una depresión. Ya las había pasado antes, pero esta vez fue diferente.

Mi última depresión tuvo un desencadenante muy claro, el trabajo basura que tenía que me estaba consumiendo. Desde entonces he tenido alguna que otra recaída menor pero supe como controlar la situación para que no fuera a peor. Estaba muy satisfecho por haber sabido usar las herramientas proporcionadas por mi psicóloga para que los ocasionales episodios de tristeza no fueran a más.

Pero ya no pude más. Llegó el punto en el que no supe qué hacer, ni las tareas más mecánicas con las que me podía sentir seguro estaban funcionando. Estas tareas para las que puedo realizar de forma mecánica, como por ejemplo las tareas del hogar, me permiten sentirme útil y al mismo tiempo me proporcionan un espacio para pensar. Pero no podía ni pensar.

Profunda tristeza y niveles muy altos de apatía. Carencia absoluta de habilidad de concentración, pero al mismo tiempo gran facilidad para quedarme mirando al aire con la mente en blanco. Falta de apetito y sueño descontrolado, por supuesto. Aunque los síntomas eran los habituales de la situación, era un tipo de depresión para el que no estaba preparado. 

Y tuve que pasarlo. Me hice entender que no podía seguir forzándome, la mente tiene limites. Es muy importante asimilar que la felicidad son momentos muy breves, lo normal es estar... normal. Pero también se puede estar triste una temporada, es natural.


Para terminar, unas cuantas reflexiones importantes para el futuro:

Hay veces en las que no puedes ser ni tú mismo. Y no pasa nada.

No funcionas siempre de la misma forma y nunca vas a estar preparado para todo. 

Debes permitirte parar. Merece la pena perder el tiempo en ciertos momentos.